
La frustración, esa horrible sensación de incapacidad y rabia que a lo largo de nuestra vida hemos experimentado repetidamente cuando no hemos logrado algo sobre lo que teníamos gran expectativa tiene un gran sentido educativo en el desarrollo y construcción de la madurez personal.
Como padres y educadores debemos entender que la frustración al igual que la culpa son elementos que debemos provocar en diferentes dosis a lo largo del proceso de crecimiento y desarrollo emocional de nuestros hijos.
La frustración bien gestionada es básica para generar el sentido de automotivación, empeño, dedicación, esmero y responsabilidad. Así como la construcción de relaciones bien cimentadas, disciplina personal, empatía, incluso proyectos de vida con sentido de niños y adolescentes.
Cuando nuestros hijos son bebés es claramente nuestra labor satisfacer todas y cada una de sus necesidades, las cuales no unicamente garantizan la supervivencia, sino además la estima, el sentido de pertenencia y de seguridad personal como seres indefensos. En la medida que estos crecen es necesario enseñarles a distinguir la diferencia entre necesidades y deseos e ir provocando pequeñas dosis de frustración que les hagan entender de forma cotidiana las diferentes facetas de la vida real.
Cuando a un niño o adolescente se le enseña o refuerza que pude obtener todo rápido, con el mínimo esfuerzo, y en la medida y forma que el desea, (atención de los padres, comida, juguetes, dinero, permisos, celulares, ropa, viajes, todas las plataformas de streaming, etc) sobresatisfaciendo sin medida sus necesidades básicas, lo que conseguimos es minimizar su umbral de tolerancia a la frustración, desencadenando con ello en el mediano plazo una actitud comodina, perezosa e intolerante, terriblemente peligrosa para la vida.
Muchas ocaciones como padres o educadores caemos en el cliché de “Que tenga las oportunidades que yo no tuve” o “Para ellos trabajo”, dando sin medida todo lo que ellos no unicamente necesitan , sino ademas desean.
Tengamos cuidado con ellos y seamos conscientes del peligro potencial que en la formación de su carácter, personalidad, madurez e independencia esto puede tener y preparémoslos verdaderamente para la vida, la cual está hecha de derechos, reveses, éxitos y fracasos, donde el esfuerzo, la dedicación y el enfoque, todos enemigos de la comodidad son piedra angular de los procesos de realización y logro.
No tengamos miedo ni culpa. La frustración bien administrada y en dosis estratégicas en los hijos puede ser una excelente herramienta de madurez y crecimiento, aprendamos a utilizarla sabiamente.

Victor Puig Educador Emocional/ Embajador en México de la Academia Europea de Neurociencias. Director de Ulearning y Neurotalent México.
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